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Ya serían un poco más de las doce del mediodía.
La enfermera iba recogiendo algunos de los instrumentos de su trabajo y
los iba colocando en sus respectivos armarios. La señora del aseo, estaba ya
pasando la escoba por donde se lo permitiese los espacios, para ir adelantando
en sus faenas de limpieza. El médico todavía seguía en su consultorio, porque
todavía había en la sala algunos pacientes esperando que los atendiera.
La muchacha ya había terminado de recibir su tratamiento, y se estaba
colocando un suéter, mientras seguía conversando, sin faltar su sonrisa.
El señor todavía esperaba que se consumiera todo el suero extra que le
habían colocado para lavar bien las venas, como es la rutina en esos casos.
Se estaba pasando de un instante a otro en los muchos de la
instantaneidad vivida en esa mañana en esa sala, y en cualquier y todas las
partes del mundo sin ser la excepción, de espacios, lugares y tiempos determinados; pero en cadena sin
detenerse en nada, ni siquiera para reparar el momento recién andado.
Continuidad de presentes de un eterno presente, vivido y transitado en
fraccionalidad de momentos…
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